Fernando Vázquez Rigada.
Las oposiciones deben salir de su marasmo y enfocarse a brindar un camino de salida a millones de personas que están decepcionadas o preocupadas, con razón, por su futuro.
Son muchas más de lo que se cree.
La corrupción, el abuso y la liga con el crimen organizado están afectando al partido en el poder.
El sexenio ha tenido un verano funesto. La descomposición interna es prematura, precipitada y vertiginosa.
Pero la bancarrota de la confianza no beneficia a un cambio positivo, ni lo hará, mientras las oposiciones no cambien su estrategia y ofrezcan una alternativa a la población que no ve satisfechas sus necesidades básicas. La seguridad es una demanda general.
Pero debajo de ella están los cimientos de la nación.
Si no atendemos las necesidades urgentes y las resolvemos no habrá viabilidad para salir de la dictadura de la carencia.
Porque, si bien la pobreza se ha reducido, las carencias siguen siendo brutales, vergonzosas y lastran el porvenir del país. México tiene que invertir en tres infraestructuras: la física, la intelectual y la emocional.
La física es imprescindible para salir del subdesarrollo. Las fuertes lluvias de este año han demostrado los efectos de la indolencia y la corrupción de Morena. Como se dejó de invertir en infraestructura, -30% este año, el agua ha devastado cientos de miles de hogares. Las calles están destrozadas. Hay estados-bache.
El aeropuerto Benito Juárez se volvió puerto.
El Tren Maya descarriló. Las carreteras son intransitables. Hoy la energía para nuevas inversiones: un desastre. No hay Plan México que funcione sin infraestructura. Pero esos son fierros.
Vivimos en la economía del conocimiento y cada vez será más grande la brecha entre los que saben mucho y los que saben poco o nada. En la OCDE, el gasto por estudiante es de 12,600 dólares.
En México, de 3,200.
El 42% de la población no cuenta con secundaria completa y sólo el 21% termina la prepa. La universidad es un privilegio. Pero el drama es mayúsculo: la mitad de los adultos tienen sólo un grado de primaria.
El otro factor es la salud. 44.5 millones no tienen acceso a ella. No hay medicinas. El gasto por habitante en el rubro es tres veces menor al de la OCDE y esto explica por qué el gasto de bolsillo ha crecido a 40%.
En suma: la mitad de la población es casi analfabeta y está, o estará, enferma y sin seguridad social.
La tercera infraestructura es la emocional. Se divide en dos vertientes.
La primera es la salud mental. La pandemia dejó secuelas terribles en las niñas, niños y adolescentes. Muchos jóvenes padecen problemas de ansiedad o depresión.
También tenemos un grave problema con los adultos mayores. En 2022 había cerca de 18 millones.
Muchos de ellos están solos, o registran enfermedades mentales. No hay en México un sistema de cuidados ni una red nacional de geriatría. La otra cara de la misma moneda es la falta de incentivos para apreciar a la comunidad, al país.
La decencia se ha ido diluyendo. Las adicciones consumen talentos. Las pandillas sustituyen familias. No hay ya un sentido de pertenencia a un imaginario colectivo llamado México.
Urge retomar el civismo para restituir el apego emocional hacia los demás. Si las oposiciones no se activan pronto, generan nuevos liderazgos y asumen una agenda atractiva más allá de las transferencias monetarias que activen el voto en contra de la nueva burocracia, habremos perdido al país. Y lo habremos perdido por mucho tiempo. @fvazquezrig
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