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Estrategias escolares contra la reprobación: ¿Dónde queda la salud emocional del estudiante?





 Ciudad de México,  En los planteles de educación media superior, abundan las estrategias académicas para combatir la reprobación: tutorías, cursos propedéuticos y ajustes curriculares son ya prácticas comunes

. Sin embargo, los factores emocionales que afectan directamente el desempeño escolar siguen siendo, en muchos casos, una dimensión poco explorada.


 De acuerdo con datos del ciclo 2023–2024 de la Autoevaluación Institucional de Planteles Escolares de Educación Media Superior (AIPEEMS), el 94% de las escuelas identifica tempranamente a estudiantes en riesgo de reprobación, el 89% diseña materiales específicos para apoyarlos y el 84% adapta los programas de estudio a sus ritmos de aprendizaje.

 Aun así, la deserción y el bajo rendimiento persisten. Para Daniela Ramos, directora de operaciones en Lexium, especializada en inteligencia socioemocional y salud mental escolar, y creadora de herramientas como la evaluación “Balance Psicosocial” que permite detectar riesgos emocionales en estudiantes desde etapas tempranas, estos esfuerzos académicos, aunque valiosos, deben complementarse con un abordaje emocional más profundo.


 “Muchos estudiantes no reprueban por falta de capacidad, sino por desmotivación, apatía o una desconexión emocional que va creciendo sin ser detectada”, afirma.

 Un dato revelador es que el 81% de los jóvenes evaluados por Lexium muestran dificultades para establecer o trabajar en sus propósitos de vida, lo que impacta directamente en su nivel de compromiso académico. Si un estudiante no encuentra sentido a lo que hace, difícilmente logrará sostener el esfuerzo que el aprendizaje requiere.

 Además, el 12% del alumnado declara haber sido víctima de agresiones por parte de sus pares en los últimos tres meses, lo que refleja un entorno emocional que también necesita atención urgente. Desde Lexium, se ha impulsado la implementación de evaluaciones psicosociales, como la prueba “Balance Psicosocial”, que permite a las instituciones identificar factores como ansiedad, baja automotivación o dificultades en la autorregulación emocional.


 Esta información, integrada de forma confidencial y respetuosa, ayuda a diseñar estrategias de acompañamiento más efectivas y humanas. Ramos destaca que habilidades como el autoconocimiento y el autocontrol no surgen espontáneamente. 

“Necesitan trabajarse de forma intencionada desde el aula, pero también acompañadas por la familia y reforzadas en la experiencia personal de cada joven”, señala. Para avanzar, las instituciones deben dejar de tratar el acompañamiento emocional como un recurso opcional o remedial. Incorporarlo al diseño pedagógico desde el inicio puede marcar la diferencia entre un estudiante que simplemente sobrevive al ciclo escolar y uno que realmente se construye a sí mismo en el proceso educativo.

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