Al minuto

México, país de (malos) profetas

 

Mil veces se ha pronosticado la muerte del gobierno federal… y sin embargo, se mueve. A veces pareciera que el nuestro es un país de (malos) profetas.

 Vea usted. Si llegara un extranjero que nunca hubiera tenido contacto con México, y se pusiera a revisar lo que en los últimos tres años han escrito y comentado un grupo de articulistas en torno al gobierno, bien podría llegar a la conclusión que aquí se cita, es decir, que hay muy malos profetas. Pésimos adivinadores. 


 Es decir, hallaría que con distintos tonos y enfoques, la comentocracia ha diagnosticado y pronosticado, sucesivamente, la muerte y sepultura del gobierno. Y, sin embargo, ahí está, con un índice de aprobación constante que no baja del 60 por ciento de los consultados en las encuestas. Y en efecto, fácilmente han sido unos sesenta o setenta temas cruciales en donde el gobierno se ha puesto a prueba. Duras pruebas.


 El muestrario va desde la economía, pandemia, relaciones con Estados Unidos, violencia, feminismo, bloqueos de calles y ciudades, presas cerradas, aeropuertos, leyes y decisiones, delincuencia, corrupción, tráfico de influencias, narcos, videoescándalos, libros de denuncia, plantones y desafíos de la ultraderecha, alianzas, elecciones… y cincuenta más. 


 Y ahí está. Se han hecho, respecto de los pasos del gobierno y formas de enfrentar todo esto, pronósticos funestos, advertencia de negros nubarrones, predicciones fatales, conjeturas y definitivamente sentencia de muerte con lectura de esquelas incluida, y sin embargo… camina. 


 No todos los análisis y augurios han partido de la invención o el infundio. En muchos casos se han documentado yerros, fallas, omisiones y abusos. Pero lo que sí ha sido casi invariable, es el veredicto de que tal estado de cosas llevaría al actual gobierno, fatal y de modo ineludible al paredón, al abismo. Casos ha habido en que la sentencia mortal incluía fecha tope, no habría mañana.


 Y no ocurrió. Ahí está. Varios factores concurren para que este estado de cosas tenga estas dos caras distintas y distantes. 

 Una primera observación es que toda esta letal carga de problemas que enfrente un gobierno es natural. Para eso se nombra a un equipo de administradores de un país, no para vacacionar y gozar del poder. La montaña de asuntos por resolver en una nación como esta es explosiva, siempre lo ha sido. Hemos sido una nación explotada hasta el cansancio por una asociación o colusión de intereses representada por gobiernos y empresarios. La clase gobernante ha compartido el poder con una plutocracia insaciable.

 Y la barrera entre los dos ha desaparecido. Han marchado del brazo y por la calle repartiéndose el botín, las concesiones y los frutos de todo ello.

 Han cambiado nombres y posiciones, pero la oligarquía ha sido la misma: gobernantes, cúpula empresarial, alto clero y demás poderes fácticos. Y esa alianza de poder nacional, se ha reproducido automáticamente en cada estado de la república. Los partidos han sido el instrumento legitimador del reparto. 


 De pronto llega un equipo de gobierno distinto de los dos que se han alternado, y entonces se da una disrupción. Se trastoca el sacrosanto orden “de siempre”, y aparecen nuevas formas. O se mantienen algunos de los mismos grandes jugadores, pero la nervadura se rompe y entonces la estructura cruje. 

 Y es entonces cuando surge una incontenible catarata de reacciones adversas a los intrusos que han roto el divino orden imperante. A los nuevos poderosos se los juzga con todo y por todo. 


La mínima falla es agigantada, cualquier error desfoga un concierto, sí, concierto, de condenas flamígeras por todos los medios y con aparato de propaganda caros, sofisticados y múltiples. Mucho dinero combate al gobierno, nada es gratis en este mundo. Tal fenómeno reactivo no se vio con los gobernantes de los anteriores treinta años. 

 Ahí brota otro de los factores de por qué los pronósticos y augurios mortuorios fallan: porque los profetas de la muerte de hoy, una gran mayoría, son los mismos que ayer y durante sexenios cantaron loas o callaron.

 Durante sexenios aplaudieron como focas bien alimentadas, o quedaron como mudos con las talegas llenas de dinero. El punto es credibilidad. Es confianza. 

Es ética. Gran parte de la crítica, el juicio adverso o demoledor no es imparcial o equilibrado, es tramposo, manipulado o resentido, cuando no falso o manipulado o hipócrita.


 El caso del Instituto Nacional Electoral. Se muestra en los medios como que se va a desaparecer, que se atenta contra la democracia, que se sepulta el destino de México. ¡Pamplinas...! Toda obra humana y política es sujeta a revisión, nada es intocable y para siempre. Cada gobierno ha moldeado a sus intereses los órganos del poder. Las instituciones son permeables al poder vigente, decía recientemente Zepeda Patterson. En este país la democracia no ha sido un modelo para nación alguna.

 Hemos construido un sistema con parches y mañas, disimulos y arreglos, caricaturas y fachadas. 

 ¿Cuál pureza de los órganos “independientes”?, ¿cuál transparencia y condición ciudadana impoluta de la aristocracia de Lorenzo Córdova, sus socios, patrocinadores y antecesores?,
 ¿cuáles minorías representadas en las cámaras si son y han sido casi los mismos gatos de siempre con diferente pelaje? Un día estas cosas se tienen que tocar. Y parece que hay un intento en ese sentido.

 Lo dicho, malos profetas buscan orientar a la nación, pero la credibilidad no figura entre sus virtudes. Ya hemos citado aquí a ese formidable cronista deportivo que era don Fernando Marcos, hoy lo recordamos con su aseveración: 


“Casi siempre es mejor ser cronista que profeta…” Peccata minuta Silvestre Hernando Alconedo es un modesto chiauteco que siempre ha buscado enaltecer y sacar del anonimato la estatura humanista y revolucionaria de don Gilberto Bosques

. Lo ha logrado. El Congreso del Estado, por iniciativa de la diputada Azucena Rosas Tapia, recién acordó que la vida y luchas de Bosques sea parte de la historia que se enseña en los libros de texto del Estado de Puebla. Bien por Silvestre, una victoria más, post mortem, de don Gilberto, ese comprometido revolucionario y humanista excepcional, cuyo nombre lleva una de las calles de Viena. xgt49@yahoo.com.mx

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