Al minuto

EL REY DESNUDO Por Marcela Jiménez Avendaño



“Es solo con el corazón que uno puede ver claramente,
porque las cosas más esenciales son invisibles
a los ojos.” Hans Christian Andersen
Andersen fue siempre mi favorito, lo sabía incluso aún antes de aprender a leer. Me pasaba como con el Grillito Cantor, Cri Cri, sus cuentos eran reflejo del mundo adulto que, aunque no entendía, intuía no era muy honorable. No puedo dejar de hacer paralelismos entre uno de sus cuentos -El traje nuevo del emperador-, y nuestro presidente. Pero antes, hago un breve resumen para quien no lo recuerde.

Resulta que había un emperador quien gustaba enfermizamente de comprar ropa, tenía un traje para cada hora del día. Gastaba toda su fortuna y tiempo en ello. Sabiendo esto, dos truhanes haciéndose pasar por tejedores, llegaron ante el soberano y le convencieron de que eran capaces de confeccionar la vestimenta más extraordinaria del mundo, pues la tela que emplearían era capaz de volverse invisible a los ojos de los estúpidos y de aquellos que no merecieran el cargo. El rey moría de curiosidad por saber como iba quedando su traje nuevo pero no se atrevía a echar un ojo por miedo a no poder verlo. Así, envió a dos de sus subalternos para revisar el proceso de confección. Como es lógico, ninguno veía nada y, sin embargo, no lo decían para evitar ser considerados estúpidos, necios o incapaces para sus cargos, es más se deshacían en alabanzas ante la prenda inexistente. Tras ello, el emperador decidió verlo por si mismo para lo cual, se hizo acompañar de su séquito. Una vez estando frente al telar vacío, aseguró que era un traje digno para él. Sus acompañantes aplaudían y le incitaban a usarlo en el siguiente desfile público. A los días, le entregaron el traje y le vestían como si realmente hubiese tela entre sus dedos. El emperador se veía ante el espejo y también pretendía verse vestido. Así, portando nada, salió a la calle y todo mundo alababa las nuevas ropas, el pueblo conocía de la leyenda de aquella tela. Sin embargo, en medio de los elogios, un pequeño niño gritó: está desnudo. La gente entonces comenzó a burlarse y repetía la consigna. El rey decidió seguir caminando altivo y orgulloso entre aquella multitud, a sabiendas iba en cueros.

Bueno, pues resulta que tenemos al mando del país un rey desnudo igualito que el del cuento del famoso danés, uno que se ha vestido con telas invisibles de anticorrupción, de apoyo a los pobres, de demócrata, de honestidad, de transformador. Sus fanáticos aseguran ver el traje. Morena, su partido, y los miembros del gobierno de la 4T aplauden y lanzan vítores ante la majestuosidad de tan atractiva vestimenta, incluso los más cínicos, la usan también.

Pero, en realidad, no hay traje ni telas mágicas. Nuestro emperador va desnudo, no es honesto, le vale un pepino la corrupción, su supuesto apoyo a los pobres no es más que una artimaña con fines electorales y, por encima de todo, no es un demócrata ni un transformador, más bien podría definírsele como autócrata y destructor.

Desde su triunfo en las urnas y hasta el día de hoy, se ha paseado en cueros ante el azoro de unos y el aplauso de otros. Muchos niños como el de la historia, han puesto en evidencia su desnudez: mujeres y jóvenes violentados, enfermos terminales, académicos, empresarios, periodistas y campesinos pero, ninguno fue tan contundente como el que llegó de China.




La pandemia que tiene al mundo puesto de cabeza, también puso en la palestra la precaridad de nuestro sistema de salud que arrastraba una triste y larga historia de corrupción, saqueo, tráfico de influencias, compadrazgos y todas esas bellezas por las que los mexicanos votaron por un López Obrador. Pero también, mostró que desde su arribo a la presidencia, decidió darle el tiro de gracia al disminuir la partida presupuestaria destinada a segmentos específicos de la atención sanitaria, tal como hizo en muchos otros rubros sensibles y prioritarios para el país -educación, ciencia, tecnología e investigación, democracia, deporte, derechos humanos-, y todo bajo el argumento de una “lucha contra la corrupción” cuando, en realidad, lo que buscaba, eran recursos para mandarse confeccionar 3 nuevos trajes invisibles de constructor que solo el puede ver. El nombre de esos tres elefantes blancos: Aeropuerto de Santa Lucía, Refinería de Dos Bocas y Tren Maya, todos igualmente inútiles, todos igualmente absurdos, todos igualmente mal planeados.

AMLO en su traje invisible de honestidad, se atrevió a decir que el periodo neoliberal no priorizó el sistema de salud pública. Y, aunque eso es cierto, ello no lo exime de su responsabilidad al hacer lo mismo: pese a que el presupuesto destinado a este rubro para 2020 tuvo un incremento de 3.6% con respecto al 2019, éste apenas y cubrió la inflación; se detectó un brutal subejercicio presupuestario; planificó recortes en importantes programas como los de Salud materna, Prevención y Atención de VIH/SIDA, y Prevención y Atención de Sobrepeso, Obesidad y Diabetes; 18 institutos nacionales y de alta especialidad sufrieron recortes por más de 4 mil millones de pesos y hasta la Dirección General de Epidemiología recibió 57 millones menos; decidió cambiar proveedores de medicamentos con todo y sus cadenas de distribución, provocando un criminal desabasto; eliminó el Seguro Popular para sustituirlo con el Insabi (Instituto de Salud para el Bienestar), subió el monto de las cuotas, se disparó aún más el desabasto de insumos médicos y, en su prisa por ponerlo en marcha, se saltaron el diseño de las reglas de operación.

Hoy, en medio de una crisis sanitaria mundial, sus errores y omisiones nos están costando caros. De inicio, el personal de salud en todo el país no cuenta con los equipos necesarios para protegerse del contagioso Covid-19. A sabiendas serían necesarios en grandes proporciones, el gobierno mexicano no planificó su compra a tiempo y hoy, sale a la búsqueda de porquerías en el mercado chino.

Y ahí no para el tema, nos enteramos que en estos días se puso su traje anticorrupción, ese que solo pretenden ver él y sus seguidores, porque bajo el mismo contexto de la propagación del virus y la falta de equipo para su atención, defendió y justificó que el hijo de su Director de Comisión Federal de Electricidad, el transparente y nunca cuestionado Manuel Barteltt, vendiera al gobierno mexicano – ISSSTE, IMSS, SEDENA, entre otros-, a sobreprecio y sin licitación, respiradores mecánicos (ventiladores) necesarios para los pacientes covitosos más graves: los contratos acienden a más de 162 millones de pesos y triplican los costos de mercado. Son impresentables todos. Delincuentes todos. Mientras la gente muere y morirá sin atención, sin medicamentos; mientras nuestros médicos y enfermeras trabajan exponiendo sus vidas dado que no cuentan con las protecciones necesarias; mientras el sector empresarial, motor de la economía, se ahoga ante la cuarentena y no recibe ningún tipo de apoyo gubernamental; mientras millones de mexicanos padecerán hambre y carencias tras la pandemia, estos se enriquecen a costa del erario público y, además, pretenden vernos la cara de idiotas, defendiendo lo indefendible.

Y ¿por qué no? Aprovechando la distracción que provoca esta crisis, también se puso su traje invisible de demócrata y ha decidido modificar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria para dotarse, anticonstitucionalmente, de poder absoluto y hacer del presupuesto federal su real gana y destinarlo a discreción, por encima de la decisión del Poder Legislativo. Para ello, instruyó a los Senadores de Morena convocar a un periodo extraordinario de sesiones para la discusión de su iniciativa, pero no contó con que le salieron 13 niños opositores (PAN, PRI, PRD y MC) para, en bloque y pese a las amenazas de abrirles expedientes de investigación en la Unidad de Inteligencia Financiera, decirle que estaba desnudo, que esa intentona lo evidenciaba como autoritario, dictatorial, antirepublicano.


Como cereza en el pastel ¿qué creen? Se creó su propio alter ego: otro emperadorcito y lo puso al mando de los trabajos para enfrentar al Covid. El viene también con sus propios trajes invisibles: el del experto epidemiólogo, el de futuro presidente, el de hombre empático y tiene uno hasta de poeta. López Gatell es presentado como el héroe de la temporada que todos los días en 1, 2 o 3 turnos nos receta mentiras espectaculares acerca del bajísimo número de contagios y fallecidos en el pais, sobre las sesudas estrategias implementadas y de cómo, en los hospitales públicos, los médicos trabajan entre unicornios y arcoíris manteniendo la curva de contagios aplanada. El caso es que, pese a las mentirotas, ocultamiento de información y payasadas a las que nos someten todos los días y en tres turnos “Los Lopitos”, sabemos por pura lógica que, en México, ni la pandemia está controlada, ni la curva se ha aplanado, ni vamos de salida.
Desde hace una semana sabemos de más y más contagios, de más hospitales saturados e, incluso, de funerarias trabajando al tope de su capacidad. Estamos en la etapa más complicada y dolorosa.

Lo terrible de todo esto, es que nuestro pequeño emperador camina soberbio, ciego y sordo, en su autofestival de elogios y mentiras mientras México llora.

La buena noticia, la pandemia no será para siempre; la mala, Andrés Manuel nos durará más tiempo que ella; la peor, no sabemos en qué condiciones le sobreviviremos.





Marcela Jimenez

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