Al minuto

Que lo sepa el cielo

Que lo sepa el cielo. 




Por Carmina Bretón.

Que lo sepa el cielo. Entre las confidencias que escucho de los noticieros, digo para mis adentros, que me siento inmersa en la aberrante preocupación de la crisis mundial actual.

De esa enorme estupidez que hemos ido provocando, misma, que ya está tan cerca, que no quisiéramos siquiera creerla cierta. Hoy. He tenido la necesidad, de detener mi viaje para hacer un corte de caja y sacar de la maleta toda la mixtificación de esta afrenta que a la inversa en cualquier instante nos podría poner a reventar, del juego bélico al que hemos ido siendo participes corriendo en sentido contrario a las manecillas del reloj, es una guerra idiota, por un mundo mal fantaseado e infectado de armas y la sarna colonial que nos llevará a todos como ya lo he dicho de coletazo hasta la pared. Esto va resultando algo parecido a la más horrible guarida del lobo, de esa bestia que ama el paraíso del mal tan repleto de enfermedad y de oscuridad. No pidamos paz, si no podemos descartar el pensamiento de una sentencia a cadena perpetua sin caer en la realidad cuando no ponemos un alto a la rabia interna de los caza aviones; si no convertimos la más nefasta mezquindad del que hoy vuelve a derramar sangre, en una gran fiesta con pancarta en alto, del más absoluto respeto al prójimo, será entonces como el tema de sobra presagiado y que algún día, a como dé lugar, terminará por explotar nuestro hogar. Pero aún queda, el pase libre, para detener el desastre; tenemos todos, las suficientes agallas, para dar vida al respeto al bien ajeno sin lastimar a nadie. ¿Algo para agregar en abono? Sí. Dice el proverbio que: “Prevenir es vivir”, y bien creo en ello, porque si no prevenimos y seguimos permitiendo que un estado ultraje al otro, al otro, y al otro, digiriendo hacía nuestros ojos los acontecimientos actuales como si fuesen una serie de t.v. con sus refritos muy bien hechos, que muy bien a todos manipulan.

No tenemos nada más, que aceptar ser condenados al desalojo por la causa de no tomar las decisiones pacíficas y certeras, de no abogar por la salud y clemencia. Y para eso debemos partir desde lo más pequeño porque: Una ranchería es un pueblo, un pueblo es una ciudad, una ciudad un estado, y un estado un mundo. Respetemos nuestro pueblo y de ahí podremos entonces partir hacía la geografía de nuestro mundo. Demos un trago a las acciones bien hechas. Pidamos paz.

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