SIN LÍMITES .
*El Catecismo Franciscano de San Noroña.
Por Raúl Torres Salmerón.
En la escuela de la vida, nadie le pregunta si quiere matricularse.
Basta con nacer y ya está uno matriculado. No hay uniformes ni pupitres asignados.
Y el curso
escolar, nunca termina.
Lo curioso es que, en esta escuela, somos alumnos y profesores.
Pero el gran maestro es el tiempo, ese Profesor exigente, paciente y a veces severo.
No avisa de los exámenes. Un día se despierta y ahí está el examen en el pupitre.
Y si no ha
estudiado, no tiene sentido pedir un nuevo examen.
Algunas materias son fáciles: el amor, la amistad, la alegría. Otras requieren más esfuerzo: la
paciencia, la tolerancia, el perdón.
También hay materias que preferiríamos no cursar: el dolor, la pérdida, la soledad.
Pero es a través de ellas que el aprendizaje se profundiza.
El Director de la escuela, a quien muchos llaman Dios, tiene una forma muy particular de preparar
las clases.
A veces enseña desde el cariño; otras, desde la dificultad.
Y así acumulan calificaciones, sin una
boleta impresa, pero con un registro invisible en los corazones.
En el conflicto, se aprende a valorar la paz.
En la escasez, se descubre lo suficiente.
Al presenciar la injusticia, se practica la empatía.
Y en la vida diaria, se aprende el difícil arte de amar al prójimo, una lección que algunos repiten
durante años sin llegar a dominarla.
En esta escuela no hay vacaciones.
No suena la campana para terminar el día.
Cada día es una nueva lección. Y quizás el diploma final sea la serenidad de mirar atrás y decir:
“Aprendí. Cometí errores, pero aprendí. Viví la lección, hasta el último capítulo".
CATECISMO FRANCISCANO DE SAN NOROÑA.
Y como dicen por ahí, ya entrados en gastos, a continuación, el Catecismo Franciscano, según San
Noroña, escrito por el Periodista Carlos Avendaño:
B1. Bienaventurados los pobres… siempre y cuando no me quiten el crédito hipotecario para mi
mansión de 12 millones en Tepoztlán.
2. El humilde franciscano de antaño que no tenía ni para un café, hoy se ilumina con lámparas
coloniales en sus 259 metros de construcción, mientras predica en el Senado de la República
contra la opulencia neoliberal.
3. Cuando Peña Nieto tuvo la Casa Blanca, Noroña tronaba:
“Esa casa debe donarse para becas
estudiantiles. Hoy, con su choza franciscana de 12 millones, el nuevo evangelio es: Mi casa no es
lujo, es un espacio de resistencia popular con jacuzzi.
4. Que quede claro: La austeridad republicana es para los demás.
Para él, la verdadera Cuarta
Transformación consiste en pasar de rentar a ser hipotecario de lujo con vista al Tepozteco.
5. La congruencia política no murió, simplemente fue desalojada… para que Noroña pudiera meter
su alberca. Y así, entre sermones y escrituras (las inmobiliarias, no las bíblicas), el humilde hijo del
pueblo se convierte en el más fiel discípulo del santo patrono de la hipocresía: San Doble Discurso
de Tepoztlán…
En fin, como escribió Patricia Quiñones:
Esa escuela sin recreo ni campana,
a la que llamamos vida,
esa que te pone a prueba sin aviso,
donde las lecciones duelen,
y el amor también enseña.
raultorress@hotmail.com
Publicar un comentario