Fernando Vázquez Rigada
Lo que está enfrentando el régimen no es una crisis coyuntural: es un proceso de descomposición. La agonía se extiende ya por medio año.
A partir del verano, como Dorian Gray, el verdadero rostro del partido político Morena se ha ido descomponiendo, deteriorando, deformando. Los pactos con la oscuridad, nos recuerda Wilde, siempre tienen un costo: consumen el alma.
Dice Gray, en frase memorable: “la única forma de librarse de una tentación es ceder a ella”. Gray tuvo el sueño de ser joven y bello eternamente. Morena, de permanecer en el poder.
Ya ahí, tuvo acceso al dinero sin límites. Cedió a la tentación y se coludió con el crimen organizado.
De ahí este dilatado periodo de putrefacción, que apenas comienza. Viajes, excesos, cinismo, lujos impensables: se rompió la conexión con quienes aspiraban, con su voto, a un movimiento de purificación.
La barredora no expuso una liga con el narco. Fue peor. Fue el narco gobernando. Al abjurar de la democracia y la libertad de la que gozaron y les permitió llegar al poder, la ambición desmedida los llevó a entregar a la gente al yugo del crimen, la extorsión, la prostitución, el consumo. Depravaron a las niñas y a la adolescencia. Entregaron el territorio, ahí donde se asientan nuestros hogares, al reino de la maldad.
Por eso asesinaron a Manzo. Ya se sabe quien manda. No fue un atentado: fue un recordatorio, como lo fue, antes, la ejecución de los más cercanos colaboradores de Clara Brugada y, antes, de Milton Morales Figueroa.
Al único que los ha enfrentado, Omar García Harfuch, se le recuerda con balas que existe una colusión. Gray termina siendo su retrato que ha envejecido y deformado. Pierde no sólo su juventud y su garbo: pierde sus valores, su integridad, su decoro. Así está Morena. Se ha convertido en su sombra: la parte más oscura de todos nosotros. @fvazquezrig
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