Fernando Vázquez Rigada
Ayer se cumplieron 37 años de una elección que cambiaría a México: la de 1988.
Bajo ella, se inscribieron varias lecciones, presagios y alertas que moldearían el futuro, hasta hoy.
En ella, el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, triunfó sobre un frente de izquierda que encabezaba el exgobernador priista de Michoacán e hijo de Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc.
La elección de 1988 se definió bajo sospechas, incluso tras una operación de Estado.
Nos deja varias reflexiones, a la distancia.
1º. El valor de la valentía.
Cárdenas y un grupo de priistas desafían al aparato y fracturan al partido.
Estaban convencidos que el PRI perdía su origen nacionalista, revolucionario y social. Tuvieron el arrojo de enfrentarlo, salirse del partido y fundar un movimiento que alcanzaría dimensiones nacionales.
2º El costo de la ruptura.
Dar coherencia y gobernanza a un movimiento político tremendamente heterogéneo es muy difícil.
La gelatina se une bajo un molde. Cuando este deja de ser aceptable, aquella se desparrama. Los loables esfuerzos por institucionalizar oposiciones —PAN, PDM, PPS, PSUM et al— nunca significaron un desafío real a la presidencia y, hasta entonces, ni siquiera a gubernaturas (la excepción cumple la regla).
La derrota del PRI vino cuando se fracturó.
3º La valía de un proyecto alterno.
Cárdenas y su grupo tenían una idea clara de país. Diferente. Contrapuesta a la de Salinas. Una oposición no puede ganar si no ofrece una alternativa clara al proyecto hegemónico.
4º La importancia del liderazgo.
Cárdenas estaba envuelto en una suerte de misticismo heredado de su padre.
Lo usó y encarnó la aspiración de millones que estaban lastimados por casi tres lustros de crisis económicas. Mandó a tercer lugar al PAN, que nominó nada menos que a Manuel Clouthier.
5º La imprescindible neutralidad institucional.
Las elecciones las controlaba gobernación.
El entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, operó para frenar el conteo de votos y manchar para siempre la elección.
6º La generosidad importa.
Un mes antes de los comicios, Heberto Castillo, prestigiado líder de izquierda y candidato del PMS, declinó por Cárdenas. Fue un ejercicio de realismo. Heberto no podía ganar. Cárdenas sí. Este acto dio nuevo combustible a Cárdenas.
7º Llegó la violencia política.
Siempre hubo violencia política en México. Pero cuatro días antes de la elección, dos operadores de Cárdenas, Francisco Xavier Ovando y Ramón Gil, fueron secuestrados y asesinados de un balazo en la cabeza. A este crimen le siguieron diversos actos de represión.
La atmósfera se enrareció.
8º La relevancia de la pluralidad.
Pese a las dudas sobre el resultado, el caudal de votos de las oposiciones y la figura de la representación proporcional —que había comenzado con López Mateos, se amplió con López y Portillo y luego con De la Madrid— permitió que el Congreso de 1988 tuviera una diversidad y potencia nunca antes vista.
El país abrió los oídos a nuevas ideas y los ojos a nuevos simbolismos, enriqueciendo la vida política.
Al final, la lección fue que el PRI ya no era intocable.
Su final no fue sencillo ni dulce.
Vendría el terrible 1994. También vendrían logros como la firma del TLC, la fundación del IFE ciudadano, la credencial con fotografía, la autonomía del Banco de México y la creación de la CNDH.
Ese largo camino hoy, como en una pesadilla, parece desandarse. Pero las reflexiones ahí están.
Para lo que sirvan.
@fvazquezrig
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