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Albóndigas
SABERSINFIN . Abel Pérez Rojas.
La señora Benita ha alcanzado cierta fama por su guiso de albóndigas en salsa
roja.
Algo tiene la receta de esferas de carne, que, dicen los más fieles devotos a la
sazón de doña Tita, como le llaman sus conocidos de cariño, que es inevitable el
“efecto ratatouille”.
Es por ese mentado efecto que todos los días los hambrientos burócratas en
funciones de comensales abarrotan el insuficiente local de la popular lonchería
“La sazón de Tita”.
“La sazón de Tita” es muy vieja, casi tan antigua como –sin exageración–,
La
Purísima, el barrio compuesto principalmente de pequeñas casas que fueron
construidas por trabajadores ferroviarios.
Los convidados a la mesa quedan tan satisfechos y es tanto el cariño a la
regordeta morena, que, dicen sinceramente, que cada vez que Tita prepara
albóndigas, una parte de su corazón queda impregnado en la mezcla de la carne
molida de res.
Hay un recurrente comentario de broma: “Tita tiene un corazón tan grande que le
alcanzará para todas las veces que prepare albóndigas; nadie se quedará sin
probar al menos alguna vez su manjar”.
II
La Purísima es un barrio que tuvo su origen a la orilla de las vías del ferrocarril.
Cuando Porfirio Díaz impulsó la expansión ferroviaria por gran parte del territorio
nacional, surgieron pueblos y comunidades en torno a los colosos de hierro y
vapor.
Como un conjunto de pequeñas casas de adobe a las espaldas de los talleres de
locomotoras,
La Purísima creció poco a poco hasta convertirse en el bello
suburbio de mediados del siglo XX y la pintoresca referencia que es hoy.
Allí, en el corazón de ese lugar, en la esquina formada entre Héroes de la
revolución con Insurgentes de la patria, está “La sazón de Tita”, construcción
añeja que todavía conserva forja en sus ventanales, vigas con polines que alguna
vez fueron usados en las vías del tren y algunas partes de muros levantados con
escombros.
III
—
Hay que mezclar bien la carne con el perejil, el huevo y la cebolla. También hay
que ponerle cilantro, ajo en polvo, pan molido y paprika, le explica con
detenimiento Benita a Julia, la más pequeña de sus nietas.
La pequeñita asienta, toma nota en su teléfono móvil y de vez en cuanto toma
fotos y videos de algunos detalles de la explicación.
Julia muestra tanto interés que Benita tiene la corazonada de que la cría será la
sexta generación de “oficiantes” de la receta orgullo familiar.
—
Una vez formadas las bolitas de carne hay que colocarlas en un refractario para
horno con mucho cuidado para que no se batan, continúa explicando la abuela a
la despierta niña que en un par de semanas ingresará a cursar el segundo grado
de primaria.
Ensimismadas en ese momento mágico entre abuela y nieta, ambas mujeres
están lejos de pensar que el origen del platillo es árabe y no italiano como cree la
mayoría de personas, pero eso qué importa cuando la cocina se convierte en un
lugar de comunión intergeneracional.
IV
El llamado “efecto ratatouille” surge de la más famosa de las escenas de la
película Ratatouille de Disney.
Trata de un episodio en el cual se recrea la confluencia entre recuerdo, felicidad e
infancia, originada por la exquisitez de cierto platillo; en el caso de la película, de
un platillo de verduras.
Cuando el comensal siente que la suculencia de alguna elaboración gastronómica
le retrocede en el tiempo y le recrea el sabor y contexto de hogar, entonces, se
está en presencia del “efecto ratatouille”.
—
¿Quién no ha sentido alguna vez el “efecto ratatouille”?, piensa el más reciente
“convertido” a los artilugios de la nacida en una familia conservadora de la fórmula
que hasta los vegetarianos son tentados a probar.
V
Un paquete corta los aires, luego otro, otro más y decenas más cada vez que el
tren de carga pasa en la madrugada frente a lo que fue una floreciente estación
de ferrocarril, pero que ahora solo es patio de maniobras.
Siluetas en la oscuridad se estiran, parecen de goma.
Son las figuras de migrantes principalmente centroamericanos que hacen
malabares para no perder el equilibrio, pero hacen lo que parece imposible para
atrapar alguno de los paquetes arrojados.
A la orilla del tren mujeres con brazo de beisbolista siguen aventando los
envoltorios.
Tita y un grupo de comadres sudorosas regresan a sus casas en medio de la
oscuridad.
Pese a la penumbra se adivinan sonrisas en los rostros curtidos. Satisfacción de
haber hecho al menos un acto de bondad al día.
En el lomo de “La Bestia” se alejan historias detrás del anonimato muy particular
que solo la migración indocumentada da.
Quién lo diría, en medio de las sombras, el temor y la angustia, montados en el
llamado “tren de la muerte”, algunos de esos corazones, hoy solo contornos,
experimentarán el inevitable “efecto ratatouille”.
Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com
#abelperezrojaspoeta
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