Día a día somos testigos de brotes de ingobernabilidad en gran parte del territorio nacional, suscitándose en la mayoría, por falta de apoyos o de recursos (humanos, económicos y materiales), incluso de la falta de atención o de tacto político, generando vacíos de autoridad; aunado a la falta de oportunidades, el incremento en la delincuencia, la impunidad, etc., generan o amplían negocios ilícitos lesionado y debilitando la estructura social.
No se puede hablar de progreso, cuando desde la tribuna presidencial, solo se ataca y denosta a quienes no se someten o no piensan como López Obrador, más aún cuando persiste la desigualdad y la exclusión, la sociedad no puede prosperar ni vivir en paz con los altos niveles de inseguridad en los que vivimos. Los problemas, históricos y los derivados del propio proceso de modernización, no serán resueltos si se continua con la misma retórica, sin efectuar reformas de fondo; si no se ponen en práctica políticas alternativas, si no se imagina y traza un nuevo proyecto nacional que incluya a toda la sociedad mexicana.
Hace aproximadamente dos décadas, se señalaba que, con el impulso al federalismo, se establecía una relación entre las competencias y jurisdicciones municipal, estatal y federal para multiplicar los beneficios del esfuerzo nacional.
Es decir, la participación de la sociedad como sujeto activo de su propio desarrollo, donde el gobierno debería ser el facilitador y orientar a la sociedad a participar de manera dinámica en la promoción de sus demandas e intereses.
Para ello, en vez de destruir o estrangular a las instituciones, se deben actualizar para consolidar la democracia, fortalecer el federalismo y el equilibrio de los poderes, estimulando el desarrollo económico, para consolidar un verdadero Estado de Derecho donde la ley establezca su imperio, al tiempo que la política social impacte a todos los sectores sociales y productivos. Los nuevos tiempos y los retos en México reclaman un diseño renovado de su porvenir.
Tenemos que dar el gran salto del México desigual, a un México con equidad, solidaridad y justicia social, donde la opulencia y la miseria se moderen como lo vislumbro Morelos hace más de 200 años. Los derechos sociales para los mexicanos deben ser una condición básica para avanzar hacia el país que todos anhelamos, no basta que dichos derechos se enuncien en la constitución, debemos avanzar y hacerlos exigibles. Sería alentador ver que los aspirantes a la sucesión presidencial, en su agenda política incluyan y partan de ese reconocimiento.
Y que el centro de su eje se centre en luchar contra la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la exclusión, etc., ningún proyecto es viable, si no mejoran las condiciones de vida de la población.
Necesitamos proyectos y acciones que promuevan el desarrollo del país, retomando la confianza en nosotros mismos, cambiar para anticipar los nuevos y grandes desafíos. Difícilmente podremos avanzar en este sentido si no damos la debida prioridad a la educación; pues la actual sociedad del conocimiento está transformando a las sociedades industriales en sociedades basadas en el conocimiento y la innovación, lo cual implica orientar la inversión en estos rubros.
En el escenario actual, donde se tiende a disminuir el valor de la política, es necesario reivindicarla en su sentido originario, con la amplia participación ciudadana en los asuntos que interesan a todos, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para la consolidación de valores y propósitos útiles a la sociedad. Es necesario retomar valores intrínsecos de la política, el diálogo, la negociación, el respeto a las opiniones ajenas y la voluntad para alcanzar acuerdos.
En el desarrollo de nuestra democracia se debe escribir la nueva historia, por la cual hemos luchado todos los mexicanos y poder evolucionar en la cultura democrática con proyectos viables y; que no solo se arribe con la polarización, o apostando a la denostación y a las campañas sucias. Sus comentarios jrobertofl2021@outlook.com
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