Al minuto

Olor a derrota para el PRIPAN en el Estado de México





Oficinas desoladas, nadie se compromete, un escenario de sequía en Toluca.

 Simplificando, se ha dicho que las próximas elecciones en el Estado de México pueden entenderse como un laboratorio de la próxima elección presidencial. Y en efecto, en algún sentido pueden serlo.


 Pero las primeras lecturas de lo que pasa en esa entidad son muy sombrías para la alianza tripartita PRI-PAN-PRD. La candidata de Morena, Delfina Gómez, aparece en las encuestas con casi 20 puntos por encima de su competidora Alejandra del Moral de la citada triple agrupación. Y es que se da un fenómeno inédito en esa elección en la que nunca ha perdido el PRI desde hace casi un siglo, desde 1929 por lo menos.



 La correlación de fuerzas en el país ha cambiado radicalmente. Y los grupos de poder en ese estado nunca se actualizaron. En el Estado de México se concentraron siempre núcleos de poder político, económico y eclesiástico muy importantes.


 De ahí salieron gobernadores, secretarios de estado y presidentes, jerarcas católicos de relevante influencia y hombres de negocios de alto calado. No se exagera si se dice que esa entidad era la proa del ejercicio del poder en el país en prácticamente todos los ámbitos. Pero esa potente élite acaso creyó que su poder sería infinito. Y no evolucionó. Se encerró en sus murallas confiando quizá que los vientos de cambio jamás la tocarían. La geografía política del país es otra.


 Los consultores que guardan una relación cercana con cada proceso electoral que vive el país, ven con sorpresa lo que sucede en el vecino estado. Y están estupefactos. La lectura que hacen luego de observar allá, en suelo mexiquense, el comportamiento de fuerzas y actores, es que se avizora una dolorosa derrota para la candidata pripanista. 


 Citan, lo que les parece primero atípico y luego aterrador: oficinas y escenarios del frente priista solitarios, vacíos, y lo que es más grave, sin dinero.
 Si se entiende como un lugar común que las guerras se ganan con dinero, dinero y más dinero, a eso se acostumbraron las empresas dedicadas a hacer campañas. Y vieron siempre al Estado de México como un modelo de la fórmula priista para triunfar. Y también como una mina. Se multiplicaban los genios creativos, no había límite en presupuestos y uso de medios, competían las empresas de mercadeo por los riquísimos clientes de la otrora poderosa fuerza avasalladora y todos tenían cabida.


 Mucho de lo que se utilizaba con éxito en esa entidad, servía de modelo para aplicar en todos los estados del país en las campañas presidenciales. Hoy todo parece haber cambiado. Los signos y síntomas que se perciben huelen intensamente a derrota. Citan un hecho: el gobernador Alfredo del Mazo se mantiene cauto, celoso de la ley, no muestra ostensible su priismo, es lento en secundar a su partido y candidata. Como que cuida cada paso, cada movimiento.



 El síndrome de Alejandro Murat se hace presente. Sí, el recién salido gobernante oaxaqueño se hizo a un lado discretamente en la elección de su estado y se mantuvo mudo ante lo que se venía. Seguramente reconociendo como punible su actuar en el sexenio que dejaba, prefirió salvar el pellejo y tender alfombra roja al nuevo gobernante de Morena que lo sucedió. Los exgobernadores mexiquenses, una escuadra poderosísima ayer, de dientes para afuera apoyan, se muestran, hablan, expresan su militancia priista pero con tibieza…y tampoco sueltan recursos para la campaña en puerta. El empresariado se comporta de modo semejante.



Se advierten pusilánimes los señores del capital, como que hoy más que nunca piensan en su dinero y en su futuro. Y su juego y estrategia está más en el país que en el futuro cercano de su estado.



 Pasada la elección será otra cosa, ellos, como la iglesia, siempre estarán con el ganador. La suerte de la cúpula nacional del PRI no es ajena a esto. Apenas si logran juntarse para superar sus guerras intestinas.



 Buscan conciliarse por dos fundamentales razones: sus intereses que buscan mantener a buen resguardo ante la guillotina de la ley que persigue fortunas mal habidas y, por otro lado, el propósito de sobrevivencia para el partido tricolor, que quizá se juega sus últimas elecciones.



 Atrás de las principales figuras de la casta divina del tricolor hay gruesos expedientes. Muchas de sus trayectorias son frágiles ante el brazo de la ley que, en la disputa por el poder, siempre puede aparecer desempolvando cartapacios en apariencia olvidados. El padrón electoral del Estado de México tiene 12.4 millones de electores. Un suculento platillo está en el horno. xgt49@yahoo.com.mx

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