Al minuto

Beatriz Paredes y la contienda presidencial

 


Un verbo atractivo bloqueado por las cúpulas; y dejó en Puebla algunos sueños de otros tiempos. Pasó por Puebla Beatriz Paredes en silla de ruedas. Un problema de salud la tiene limitada en sus facultades físicas, lo cual no le impide dar muestras de una capacidad retórica brillante. Habló ante empresarios, estudiantes y priistas.
El Comité Estatal del PRI le hizo el vacío, argumentando disciplina e imparcialidad ante otros aspirantes tricolores. Otros dicen que en realidad obedecieron instrucciones del inefable Alito, su presidente nacional. 


Del tal Alito, por cierto, Beatriz no dijo nada. Una reportera le insistió en abordar el tema y ella casi la regañó, al estilo Barbosa. Beatriz siempre ha sido diestra en la retórica. Antes lo hizo para el halago del oído presidencial, varios sexenios. En esos rituales, sus recursos oratorios eran excepcionales. 

A veces se acompañaba con la guitarra. Hoy ha actualizado el verbo, sólo eso. Quienes la vieron y escucharon, en general, quedaron absortos con su elocuencia ciceroniana. Otros confirmaron que es la de siempre. Y justamente quizá ahí radica su problema toral: el verbo sólo ya no mueve. La ironía, mordacidad o la crítica corrosiva no la distingue de lo que se lee, ve y oye a diario en la comentocracia. De modo que no brilla de manera singular en el paisaje que forman los aspirantes presidenciales de todos los partidos.


l cabo de sus disertaciones y entrevistas con medios, no dejó sembradas propuestas innovadoras, propósitos seductores, ideas/fuerza persuasivas, diseños disruptivos trascendentes que le dieran un sitio excepcional por encima de sus competidores. No dejó huella, menos arrastró voluntades para secundarla. Las ovaciones fueron las previstas. 

 Hoy en día el verbo no electriza. No desde la oposición al menos. La conquista de voluntades como que está en otras partes y nadie consigue descifrar la ecuación. Quizá abanderando causas específicas, quizá con empatías reales con aquellos que sufren ahí donde algo duele.

 Quizá con compromisos realistas muy profundos. Probablemente la trayectoria y presencia de Beatriz hizo evocar a muchos exactamente aquellas viejas banderas que el PRI dejó. Lo que por gula del poder durante décadas abandonó en el camino y que López Obrador levantó.

 La culta Beatriz, por ejemplo, no suele tocar ni con el pétalo de una frase de sus impecables disertaciones la crisis de su partido. No alude a las traiciones, abusos ni desacatos de la cúpula de su partido. No expresa ni diez centavos de autocrítica. Y eso cala en la reflexión de los priistas, creyentes, militantes o simpatizantes. No se puede buscar simpatías y votos sin partir de un franco examen interno. Cerrar los ojos o ver hacia otro lado son comportamientos histriónicos que el público ya ha visto muchas veces.


 La sola crítica por dura que sea no construye. ¿Por qué razón? Porque se ha vuelto común, la ha choteado hasta el extremo una oposición ante absolutamente todo. Tirar piedras no es una manera racional de construir bardas, puentes o edificios. No sale, por el camino de la introspección, a elevar propuestas de cambio, de frescura, de renovación empezando por casa, es decir, por la dirigencia priista. 

Se va, diplomática fina como es, guardando distancia del descrédito que rodea a sus representantes máximos, cuyos vicios, componendas y negocios han llevado al PRI a estar supeditado al PAN y a los líderes empresariales Claudio X. González y Gustavo de Hoyos.


 Esas alianzas subordinadas, inconfesables y con penetrante olor a traición son justamente las trancas que bloquean a Beatriz para avanzar, pese a los aceptables resultados que ha conseguido en las encuestas.


 Y su avance se hace no sólo cuesta arriba, sino pedregoso y más estrecho si, como todo parece ser que ocurrirá (porque dicen que así lo han acordado ya las élites partidistas) el candidato de la triple alianza surge fuera de los partidos. Gustavo de Hoyos así lo acaba de decir en una larga entrevista:


 “No hay en la oposición ni en el oficialismo ninguna figura carismática ni con capacidad magnética como López Obrador; no hay condiciones para que los líderes de los partidos solos decidan, eso únicamente sería una reunión de membretes y eso no resuelve el problema y estaría destinado al fracaso.” Y dijo más el exlíder de la Coparmex y el Consejo Coordinador Empresarial: 


 “Las organizaciones ciudadanas están ganando espacios a los partidos y, sin duda, la candidatura presidencial va a ser extrapartidaria.” Así de claro, así de contundente. Vox Dei. Así parece. Sobre todo porque en los hechos, la famosa triple alianza es dominada por el capital de los hombres de negocios que mueven el circo. 


Los dos empresarios protagónicos e influyentes, se exhiben como los dueños del circo y manipuladores de los hilos de las marionetas. Otro tanto hacen las élites intelectuales, los que usufructúan a la “sociedad civil” y los que manejan a los poderes fácticos, medios incluidos.

 Recién se ha sumado la alta jerarquía eclesiástica, la misma que se rasga las talares ropas por la democracia, pero no ha permitido en dos mil años ni mujeres oficiantes ni terminar con el celibato. Beatriz dejó en Puebla algunos sueños de otros tiempos. 


Un discurso no acorde con los reclamos de los actuales días. De su paso por estos lares valdría la pena resaltar con toda justicia el papel jugado por unos de sus más fieles simpatizantes: Jaime Alcántara, un priista fidelísimo a su camiseta, movido, promotor y activista como no lo tienen los demás partidos juntos.


 Y algo que convierte a su trabajo en algo más valioso aún: moverse sin dinero. Si la tarea proselitista en pro de Beatriz tuvo éxito aquí, esto tendrá que acreditarse en un ochenta por ciento a Jaime. ALFORJA Díaz Arteaga. Se nos fue Armando Díaz Arteaga, un jarocho-poblano buen amigo, gratísimo acompañante de interminables cafés, experimentado en lides políticas y amenísimo conversador. Gratos recuerdos nos deja a sus amigos; por eso decimos que de entre nosotros no se irá nunca. Vieja librería.


 En la 5 Poniente 139, casi frente al Congreso, existe desde hace muchos años una estupenda librería de libros viejos. Se llama “El Quijote” y su dueño es Josué, quien no sólo es lector, amante de los libros, sino también pintor y amable platicador. Qué bien que mantenga con vida este singular negocio, donde se pueden encontrar auténticas joyas bibliográficas. 

Cumple Josué con aquello que dijera alguna vez Pedro Ángel Palou acerca de estas tareas: “Tanto hace por la cultura quien la crea como quien la promueve”. xgt49@yahoo.com.mx

Comparte esto:

Publicar un comentario

 
Copyright © Al Minuto. Diseñado por Agencia Eslabom y Agencia Eslabom