Al minuto

El “mexicanito” que todos conocemos

 

La legión que usa las redes para descargar sus frustraciones y patologías.

 Las redes -no sé en otras partes del mundo-, pero en México y en materia de expresión pública, son una ventana para ver la más pobre, absurda y a veces estúpida cara del mexicano. De un cierto tipo de mexicano que suma millones, no obstante.


 El lado positivo es que la comunicación digital rompió los monopolios de la “verdad” unilateral. Esa la tenían los medios, la prensa, la radio y la televisión controladas en sus dos modalidades: la sometida por los gobiernos, federal y estatales, y la voluntariamente entregada, sirviente y prostituida, millones para los propietarios y platos de lentejas para las bases. No generalicemos. No toda la red comunicacional funcionaba así. Pero sí la espesa mayoría. Admirables han sido los casos de comunicación ética individual o de escasos medios y espacios.


 El gobierno perdió el control (¡en buena hora!) absoluto de la forma de contar los días, pero no ha sido para bien necesariamente. Se abrió un torrente de basura, insulto, procacidades, verdades parchadas, mentiras completas, pornografía, descalificaciones, difamaciones, muestras fecales retrato fiel de sus anónimos autores.

 Ah, y también un pretendido humorismo, que en su gran mayoría no es tal. Los memes suelen ser desahogos patológicos. Ahí se expresan millones de enfermos que encuentran un sitio protegido por el anonimato, una especie de caverna oscura en la que con seudónimos o nombres reales vomitan odios, fobias, mentadas, agresiones, frustraciones y toda surte de padecimientos del enano frustrado. 



 Llega a ver genialidades ciertamente, humor inteligente que te empuja a pensar. Reflexiones profundas que son como faros de luz en un océano de fango. Réplicas inteligentes, propuestas sabias, críticas al poder equilibradas, razonables y bien argumentadas.


 Pero eso es la excepción. Lo común es la expresión de legiones gigantescas de enanos perezosos, ignaros, seres que han encontrado ahí un espacio para teclear y lanzar al viento sus padecimientos, traumas y fobias, todo el muestrario escatológico que almacenan en la cabeza y los intestinos. Y hasta “dan lecciones”. Por cierto, espacios maravillosos, como este en el que colaboramos, han tenido el sano juicio de no publicar reacciones fóbicas de lectores anárquicos cazadores de espacios para ventilar sus iras y mentar madres.



 Extraña que otras grandes tribunas mantienen abierta la participación de la gente, sin criterio, sin selección inteligente y razonable, con un equivocado concepto de la libertad de expresión. Y es ahí por donde se desahogan cloacas sin un mínimo respeto, con expresiones bajunas, insultos, nada para construir algo en favor de todos.Siempre he pensado que en este mundo se vale de todo. Hasta el desorden, pero con orden. Sí, pero a partir del respeto, la sensibilidad, el equilibrio, la razón.   Y todos estos espacios de basurero público, grandes depósitos excrementicios, han resultado, entre otras cosas, ser una especie de grandes playas de solaz y esparcimiento del mexicanito que existe en este país. 

 Conste, no demerito, denigro, discrimino, ni ofendo al mexicano común. Describo. Me refiero al mexicano que debiéramos reprobar y combatir. Al antimexicano que todos conocemos. 


 Me refiero a este paisano nuestro que se arraiga en navegar con gran destreza en el mar de la mediocridad e impunidad… y desde ahí se empeña y no ceja en dar lecciones. 

 El que se pasa los semáforos en rojo, arrebata lugares en una fila, grita procacidades en espacios abiertos, es impuntual, perjudica a quien lo rodea, es el antimodelo para sus hijos, esposa y familia toda; difama, calumnia, es mezquino con los compañeros de trabajo, parientes y amigos; no lee, habla de todo sin conocer, busca ansioso el dinero fácil, roba combustible, despacha mal a sus clientes, escamotea el pago justo a sus empleados, no conoce los conceptos de solidaridad ni empatía, grita, exige, vocifera sin estudiar ni proponer, se asume todólogo sin pizca de ética, lecturas, estudios o experiencias; envidia y denigra al competidor; deturpa al que no piensa como él, miente, roba, simula, engaña… y 47 páginas más que describen a muuuchos que conocemos. 

 No exagero. Vea usted su celular o su computadora. Ya solo faltaría que la elite intelectual, la comentocracia, también culpe de todo esto a López Obrador. xgt49@yahoo.com.mx

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