Al minuto

Los “ambulantes”, una mafia que acecha el centro

 

Es venta de piso disfrazada de comercio en el Centro Histórico de Puebla. Hay un flanco del gobierno municipal de aquí de la capital, donde el alcalde procede con acierto y no ha sido debidamente valorado. 

 Nos referimos al problema de los mal llamados ambulantes. Ha limpiado algunas de las principales calles del centro, pero la amenaza de invasiones se mantiene. Hay que partir del sentido común: las calles son de todos y de ninguno. De nadie en particular. Todos tenemos el derecho de caminar libremente por las arterias, los comerciantes tienen sus negocios y para ello pagan sus impuestos. Las ciudades, y Puebla entre las primeras, han sufrido por décadas la invasión de calles por comerciantes denominados ambulantes. 



Si lo fueran realmente tendrían seguramente todo el derecho de deambular de un lado a otro ofreciendo sus mercancías. Pero no lo son. En el mejor de los casos se trata de personas que ocupan aceras, esquinas o calles completas para vender. No transitan, se fijan en cualquier sitio público desplazando a los transeúntes.



 Es una clara invasión de estos espacios públicos para satisfacer intereses particulares. El lucro delictivo por encima del derecho de todos. Pero revisando tal actividad es común que se trata de vendedores amafiados. Los líderes les venden piso de múltiples calles y ambas partes saben que están en el terreno de la ilegalidad.La cadena de corrupción sube. Eternamente esos líderes corrompen a funcionarios de nivel medio o alto y, como dijera AMLO, “los de mero arriba” son los mayormente beneficiados. Con este mecanismo se adueñan de calles muy transitadas, periferia de mercados o escuelas, cerca de hospitales o de cualquier otro sitio concurrido. 



 ¿El comerciante tiene derecho a ganarse la vida? Sí, por supuesto, pero cumpliendo las normas, las reglas del juego. Hay ramos comerciales bien definidos como tales: los globeros y otros que vemos por el zócalo o catedral, son auténticamente ambulantes, no tienen un sitio fijo y van de un lado a otro.


 Aceptar que cualquier persona que tiene una legítima necesidad de obtener un ingreso lo haga invadiendo la vía pública, abriría la puerta para que veinte mil o treinta mil poblanos de la capital lo hicieran, exigiendo “un derecho”, arguyendo que unos invaden y no se les toca. Argumentarían necesidad aguda y el derecho a ocupar la vía pública y, si la autoridad concede para unos lo tendrían que hacer por fuerza para todos.

 De ahí el sustento legítimo de la autoridad: hay espacios delimitados para el comercio, hay giros comerciales sí permitidos por su propia naturaleza, deambulan; y donde se rompa el orden, se aplica la ley. Punto. Ceder a las mafias es legitimar la venta de piso, el comercio de la calle que es de todos, y de nadie en particular. No es cosa del otro mundo, es el imperio de la ley, el actuar con la ley en la mano. 


No es autoritarismo ni despotismo. Es organización, orden y armonía.Lo vemos en otras ciudades. Recuerdo haberlo visto de modo ejemplar en Zapopan, una ciudad altamente turística también. Puestos diseñados con gusto, ubicados estratégicamente, apropiados a la arquitectura de la ciudad y todo mundo en paz. Desde luego esto es evidente en la mayoría de las playas del país. Recién lo vi en Mazatlán: varios centenares de ambulantes son eso, ¡ambulantes! 


Nada de invadir con puestecitos playas o paisajes. ¡Y vaya que hay multitudes de turistas y capacidad de compra! Debe admitirse también que en este negocio hay comerciantes que se pasan de listos y se suben al carro de la invasión: teniendo un lugar fijo, contratan o subemplean a otros para que alrededor de su negocio ofrezcan su propia mercancía. 


Es una extensión del mismo comercio. Igualmente, se ha tenido conocimiento que el Ayuntamiento ofrece sitios donde sí está permitido establecerse temporal o permanentemente, pero no, las mafias exigen en el Centro Histórico. 


Han llegado a la desfachatez de tomar como una conquista, como un derecho. La autoridad municipal, por su lado, necesita explicar con una tarea inteligente de comunicación, lo legítimo de su proceder, la bondad de un acto de gobierno que la sociedad exige, espera y merece. 


 Frente al riesgo de falsos señalamientos de represión, el Ayuntamiento está obligado a hacer respetar la ley, mantener firme su decisión y buscar, con sensibilidad, la comprensión y el apoyo de todos los sectores que aspiran a una ciudad limpia y digna. En otros tiempos, el alcalde Jorge Murad limpió ejemplarmente todo el Centro Histórico de Puebla. Ese precedente ejemplar, debe ser la norma siempre. xgt49@yahoo.com.mx

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