Miércoles, Mayo 12, 2021 Academia El proyecto se basa en una encuesta a jóvenes de 20 a 26 años, en su primera etapa fue contestada por estudiantes de la Universidad del Bío Bío; en la segunda fase se aplicará en la BUAP y responderse en https://bit.ly/3tD27LT Se estima que cerca de 4 mil millones de personas en el mundo se han visto obligadas a permanecer en casa debido a la pandemia por Covid-19, situación que también ha provocado alteraciones en la dieta de las personas. Investigadores de la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) de la BUAP y de la Universidad del Bío-Bío, en Chile, realizan un estudio sobre las modificaciones de estos hábitos alimentarios, estilos de vida e inseguridad alimentaria entre los estudiantes universitarios. Addí Rhode Navarro Cruz, profesora investigadora titular del Departamento de Bioquímica-Alimentos de la FCQ, dio a conocer que la parte medular del proyecto se basa en una encuesta de más de 80 preguntas a jóvenes de 20 a 26 años, sobre sus los alimentos que consumen, qué tanto modificaron sus rutinas durante el confinamiento y si cuentan con los medios económicos para adquirir los alimentos, entre otros aspectos.
La investigadora, doctora en Nutrición por la Universidad Complutense de Madrid, dijo que a pesar de que ya se han hecho estudios similares en diversos países, todos son descriptivos, por lo que esta investigación es pionera con respecto a los resultados obtenidos, ya que no sólo reporta los cambios en los estilo de vida de las personas, sino que también define en cuánto ha impactado esta situación en el aumento de peso, lo cual a la larga permitiría generar recomendaciones para mejorar su salud sin salir de casa, o para quienes no tienen el hábito de ejercitarse. Los resultados obtenidos son significativos -dijo-, ya que las y los encuestados se encuentran en una etapa de la vida en la que normalmente no se aumenta mucho de peso; además, de entre las razones por las que la población estudiada haya aumentado los dos kilos en promedio, el 64 por ciento se debió al estilo de vida durante el confinamiento, es decir, la falta de ejercicio, levantarse más tarde, pasar mucho tiempo sentado, comer de más, etcétera. "Lo curioso es que solo 2 por ciento de los cambios en el peso se debió a la influencia emocional, lo que significa que por el simple hecho de estar en casa se come en mayor proporción, no tanto por una cuestión de ansiedad, como pensábamos", explicó. A las y los participantes de este estudio se les hicieron diversas preguntas como cuánto pesaban antes de iniciar el confinamiento, cuál es su peso actual (o aproximado), su estatura, el tiempo que pasan enfrente de la computadora, si viven solos o acompañados, si realizan actividad física, qué comían antes de la cuarentena y con qué frecuencia, y número de comidas que hacen al día actualmente. También se les preguntó si tienen antojos específicos, cada cuánto los presentan; si comen, por ejemplo, al estar enojados, estresados, aburridos o tristes; si tienen problemas para controlar el consumo de algunos alimentos; si consideran que están en su peso ideal; si beben, fuman o toman mucho refresco; si duermen bien, si son capaces de manejar el estrés, etcétera. La doctora Navarro Cruz comentó que actualmente se ha concluido con la primera etapa de este proyecto y el siguiente paso es la aplicación de la encuesta entre la comunidad universitaria de la BUAP, para hacer el análisis estadístico de los resultados, así como su posible publicación. La tercera etapa consistirá en comparar los resultados de ambas poblaciones de universitarios, BUAP y Universidad del Bío-Bío, con el fin de sentar las bases para futuras colaboraciones que permitan, por ejemplo, la creación de un grupo latinoamericano que pueda dar recomendaciones en casos de emergencia relacionados con la nutrición y la salud. En este trabajo participan los investigadores Obdulia Vera López, Martín Lazcano Hernández y Patricia Aguilar Alonso, de la FCQ; Orietta Segura Badilla y Gladys Quezada Figueroa, de la Universidad del Bío-Bío; y los estudiantes Marcela Aparicio, Camila Contreras y Camila Muñoz, de esta misma institución chilena, y Ashuin Kammar García, de la Escuela Superior de Medicina del IPN.
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