Al minuto

LA FIESTA DE AMLO EN HUAUCHINANGO


Crónica desde la parroquia

Por: Antonio Madrid

Todo es simbolismo en Andrés Manuel. Todo. La bandera nacional ondeando detrás de su efigie, el canto del himno nacional al finalizar el evento, el modo en que besa a una mujer en la frente de manera paternal, la colocación de gente pobre en el presídium, el lenguaje coloquial utilizado en su discurso. Todo.

Son las 11 de la mañana en el patio de la icónica escuela Betancourt de Huauchinango, Puebla, el primer municipio poblano que pisa el presidente luego de la muerte de la gobernadora Martha Erika. Luego de tres horas de espera, el murmullo de la multitud antecede al aviso oficial de que Andrés Manuel ha llegado. El Peje. El señor Presidente. El cabecita de algodón. El me canso ganso. Cada quien lo llama como quiere. Viene saludando a lo largo de la valla. Abrazos. Besos. Selfies. Una mujer grita: ¡Es un honor, estar con Obrador! Entonces las consignas se repiten, se multiplican. Avasallan. Las pantallas gigantes reflejan a una mujer con gorra con la leyenda AMLO y un corazón. Se ve contenta. Jubilosa. Eufórica. Otra lleva una cartulina verde fluorescente con la leyenda: “Andrés Manuel, te amo”.
Un funcionario que antes llevaba en su pecho los colores del PRI tatuados a punta de conveniencia, hoy lleva una revista “Diálogos”, donde aparece la efigie de Andrés Manuel. Y se la pone enfrente. La quiere presumir. Es su manera de decirle a AMLO que está con él, que es como él, que a pesar de haber sido priísta no fue ni es ni será corrupto como otros a los cuales ahora critica sin pudor alguno por mucho que haya mamado del presupuesto. Es Omar Lechuga Ríos.

AMLO sigue caminando y saludando. Está eufórico también. No hay nada como convivir entre fieles. Y él lo sabe.

Andrés Manuel sube al estrado. Y hace su tradicional saludo. Levantando un brazo. Luego ambos. Como lo que es: un mesías. Los gritos se desparraman, se desbordan. ¡Es un honor, estar con Obrador! Antes había saludado a los miembros del presidium, que esta vez no es como los de siempre, pues los únicos funcionarios públicos que están arriba acompañando a El Peje, son el edil Gustavo Vargas y el gobernador, Guillermo Pacheco Pulido. Los demás son beneficiarios de los programas que se van a entregar: Una anciana indígena de aspecto compungido, un niño, un campesino de edad madura, con todo y sombrero y morral colgando, otra mujer con capacidades diferentes y otras dos mujeres más y un joven. Todos humildes, todos pobres, todos necesitados. La escenografía perfecta.

Pacheco Pulido, el hombre que llega al poder estatal con 86 años a cuestas es también un anciano, pero con poder y dinero encima. Viejo lobo en el mar de la política, no desaprovecha el momento para deshacerse en elogios hacia Andrés Manuel. Sabe que si llegó ahí es por él, porque así lo dispuso, porque tiene su bendición. Y entonces le dice que está dispuesto a sumarse al gobierno de la República para lograr “el total desarrollo del Estado”, como si tuviera de otra. Y que reconocemos al gobierno y que ojalá le de impulso a Puebla. Andrés Manuel asiente con la cabeza. Gustavo Vargas se nota tenso. Ha conversado con el Presidente brevemente. Muy brevemente.

El discurso del anciano gobernador no es muy largo. Más bien es corto. Y sin mayores preámbulos, Andrés Manuel entra a escena. Y entonces el “puevlo vueno” de las redes sociales se desborda. Ruge la chairiza. Han ido a la misa y se han encontrado a Dios en persona. Andrés Manuel lo sabe y comienza. Despacio, pero firme, como quien inicia un ritual que ha ensayado durante años.
Primero dice lo primero. Es decir, que es la primera vez que acude a Puebla luego de la desgracia ocurrida a la gobernadora Martha Erika y su esposo, a quien ni siquiera nombra. Entonces la chairiza se desata: ¡Están vivos! ¡Ratas! ¡Que chinguen a su madre!, ¡Andan en Europa! ¡Ya di que están vivos! Pero Andrés Manuel no se inmuta. Más bien, se solaza con la reacción de su grey, pero no lo demuestra. Sigue hablando. Y si alguien pensaba que se detendría en criticar a la difunta gobernadora o a “la vacacionista”, de acuerdo como lo vea el lector, al contrario, AMLO fustiga, señala, azuza, como si estuviera en campaña.

“Luego de unas elecciones cuestionadas”, retoma a Martha Erika, dice que pedirá al fiscal carnal, Alejandro Gertz Manero y al fiscal electoral que vigilen las elecciones en Puebla. Sabe que los puede mandar, pero se da cuenta y dice que por supuesto, guardando la independencia de poderes. Vuelve a sacar el látigo: “Que haya elecciones transparentes, que se acabe la coacción del voto a cambio de dadivas, de despensas, de frijol con gorgojo”. Esta última frase, que se ha vuelto parte del breviario político actual, dicho por el tabasqueño con su acento tropical, desata la locura en la parroquia. Ya no hay duda. Los fieles se han rendido por completo al poder hipnótico de Andrés Manuel. Es el acabose.

Reconoce a Pacheco Pulido, porque logró ser electo en el Congreso poblano casi por unanimidad, lo cual quiere decir que “genera confianza”. Un parroquiano se desboca y vocifera: ¡Es priísta! Nadie lo secunda. Ingenuo, no ha entendido que ya es parte de la congregación.

Vienen más puyazos. A AMLO no le importa que al evento hayan ido priístas como los alcaldes Lupita Vargas o Artemio Hernández Garrido o el mismo Pacheco Pulido, o ediles del PAN como Lupita Ramírez Aparicio de Pahuatlán o Vicente Valencia de Venustiano Carranza, quienes fueron invitados protocolariamente y sigue con el sermón antiprianista. “Ténganme paciencia. Me dejaron un cochinero”.

Pacheco Pulido baja la mirada ante tanto madrazo. Gustavo Vargas en cambio está extasiado. Ya ha sido tocado por la mano de Dios.

También hay para las agrupaciones priístas: “Nada que la organización Francisco Villa, ni que la organización Emiliano Zapata…”, señala para decir que ahora los apoyos al campo se darán directamente. Ni que “la Antorcha Mundial”. Risas, Gritos. ¡Es un honor, estar con Obrador!

EL HUACHICOLEO

El tema del huachicoleo tampoco escapa al guion. Justifica a los huachicoleros, pues dice que los gobiernos abandonaron al pueblo. “Robaron, saquearon”, acusa a los gobiernos anteriores, pero se acabó la corrupción, y ahora apoyará a los jóvenes con 3600 pesos mensuales. La gente se lo festina. Alguien grita: ¡Chequen Venustiano Carranza!

Un mesías no es nada si no tiene para su grey la promesa del paraíso eterno. El líder lo sabe. Entonces comienza la danza de los millones y ofrece: 3600 pesos al mes para jóvenes aprendices. Hay 44 mil millones de pesos destinados para ello. 2400 pesos mensuales en becas para estudiantes universitarios, 1600 pesos para los de prepa cada dos meses, también para los de secundaria y primaria. Hay 10 millones de becas. Los ancianos ahora recibirán 2550 pesos cada dos meses, antes solo 1600. Habrá créditos llamados “Tanda para el bienestar” de 600 pesos, “sin intereses”. A los campesinos que tengan menos tierra, se les dará más. Para las pequeñas tiendas, habrá créditos a la palabra. “El pueblo es bueno”, repite. Les daremos 5 mil al principio, si pagan les daremos 10, luego 15, luego 20 mil”. “Hay para todos, hay una bolsa de 6 mil millones de pesos si hace falta más, habrá más”. La gente no lo puede creer. Hay quien mentalmente ha comenzado a hacer cuentas. ¡Es un honor, estar con obrador!

Termina el evento. No es 15 de septiembre, pero Andrés Manuel grita tres veces ¡Viva México! Y el pueblo le responde a una sola voz. Después, se canta el himno nacional, un elemento que el líder sabe, unifica al pueblo. Y ahora sí, termina el evento. La voz oficial lo confirma. Pero nadie se mueve. A diferencia de otros, el Presidente no se va huyendo como alma que lleva el diablo. No está el Estado Mayor empujando, deteniendo, protegiendo. No. Andrés Manuel abraza, besa, saluda, platica, va de un lado para otro, parece no tener prisa. No la tiene. La gente se regodea viéndolo. También lo abraza. Lo quiere. Él se deja querer. Los medios de comunicación también están estáticos. Esperan algo más. No están acostumbrados a ese protocolo. Nadie corre, todo es lento, como el andar de la Cuarta Transformación. Mucha gente espera a lo largo de las vallas a que pase Andrés Manuel de regreso. Nadie les dice que él saldrá por un acceso alterno.

En la calle, como si se tratara de un cantante popular, hay gente que vende tazas, gorras, playeras, sombrillas, todo con la efigie de Andrés Manuel López Obrador.

- ¿A como las sombrillas?
- A cien.
- ¿Y las cachuchas?
- A ochenta.

Luego se ve pasar a Gustavo Vargas. Solo. O bueno, con su equipo, “Samy”, el mesero guarura y el “camaritas” Juan Carlos Zaragoza. Nadie lo pela. O sí, pero no como él quisiera. No es raro, la fiesta no es de él, es de AMLO.

Por cierto, de los problemas de Huachi, nadie se acordó, ni el propio AMLO. Creo que ni el propio Gustavo. Nada del relleno sanitario, nada de grandes obras, nada del tema de la Casa de la Cultura, por más que hubo hasta mantas que denunciaron a al alcalde durante el evento.

Después viene la calma.

Y la gente regresa a su realidad.

Son las 12:45

La misa, ha terminado.

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