Al minuto

#ConLosNiñosNo


 Por Marcela Jiménez Avendaño.

Mascarada
Hace casi un mes, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador ya presidente electo, bajo el hashtag #ConLosNiñosNo tuiteó un reclamo por una columna y fotografías publicadas por el periódico el Universal en la que se habló de su hijo Jesús Ernesto y que provocó fuese expuesto a la burla de los lectores.

Retomo el #ConLosNiñosNo porque, si bien, el caso de Jesús Ernesto es una pequeña muestra de cómo son vulnerados los derechos de los niños en México, al menos él contó con el apoyo de sus padres para protegerle, pero en nuestro país existen millones de niños que no tienen esa suerte y, peor aún, son violentados, abusados y maltratados desde el seno familiar.

Y siendo que la Doctora Gutiérrez Müller decidió poner sobre la mesa este tema a raíz de lo sucedido con su hijo, le dedico con especial énfasis esta columna, esperando que como primera dama vaya más allá de simple mujer decoración y tome, como misión personal, la protección de los niños mexicanos.

No sé si usted se ha dado cuenta, querido lector, pero es alarmante el que día a día se dispare la Alerta Amber (programa que coordina a los tres órdenes de gobierno y a todos los sectores de la sociedad para dar aviso sobre la desaparición de algún niño y provocar su inmediata localización) y sepamos por medios de comunicación y redes sociales que algún pequeño fue robado, encontrado gravemente herido o asesinado en nuestro país.

Estas son las cosas que si debieran tenernos los pelos de punta. Si bien el tema del aeropuerto, los migrantes, el nuevo gabinete, el regreso de la maestra, etc., son importantes, éste me lo parece aún más. ¿Qué tipo de país, de gobierno, de sociedad somos, si presenciamos diariamente tales tragedias y no pasa nada?

Pero vayamos a las estadísticas para que podamos dimensionar la gravedad del asunto:
En México, 12 millones de personas son víctimas de trata; 79% de ellas son utilizadas para explotación sexual, 18% para explotación laboral y 3% para extracción de órganos. El 80% de las víctimas son mujeres, niñas y niños, principalmente para explotación sexual, de ellos, sólo se recuperan, en promedio, dos personas y de éstas, sólo una con vida.
Nuestro país ocupa el quinto lugar en trata de personas, estando catalogado a nivel mundial como fuente, tránsito y destino para este delito cuyas ganancias solo son superadas por el narcotráfico.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, se tiene el registro de alrededor de nueve mil menores desaparecidos (entre 0 y 17 años) de los cuales el 80% eran adolescentes. Varias organizaciones civiles han dado cuenta sobre el hecho de que el mayor número de estas desapariciones (70%) ha ocurrido durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Otra estupidez que se agrega a su enorme lista. Solo que ésta es espeluznante y vergonzosa. El 30% restante se lo debemos a Felipe Calderón. Como puede verse, un éxito compartido por ambas administraciones, su guerra contra el crimen organizado y el cambio en la política de seguridad del Estado.
Pero el problema no es solo la desaparición de menores (4 diarios) sino que diariamente son asesinados 2 niños y 1.6 adolescentes, según datos del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), lo que nos lleva a ocupar el primer lugar en casos de violencia física, abuso sexual y homicidio de menores de 14 años entre las naciones que son parte de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Miles de niños y adolescentes mexicanos son víctimas de violencia (física, sexual, psicológica, abandono) en sus propias casas, dentro de sus familias, en los lugares donde debieran ser y estar más protegidos. La Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la infancia) estima que, el 62% de los niños mexicanos han sufrido maltrato; 5.5% ha sido víctima de violencia sexual y 16.6% de violencia emocional.
De acuerdo con la OMS (Organización Mundial de la Salud) una de cada 5 niñas y uno de cada 10 niños son víctimas de abuso sexual. Según las estadísticas reportadas, solo en 2016, 4.5 millones de niños y niñas fueron víctimas de este delito (10% de la población infantil). En el 90% por ciento de los casos, los agresores son familiares o personas conocidas del niño.
Las Naciones Unidas consideran que este es el crimen más encubierto. Difícilmente un niño puede denunciar. De manera que se estima que solamente el 20% de los casos llega a denuncia, es decir que, de ser ciertos estos cálculos, el abuso sexual infantil afecta a la mitad de nuestros niños en México.
Según la ONU y el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos, México ocupa el primer lugar en difusión de pornografía infantil y el segundo lugar en turismo sexual infantil. Las principales víctimas de estos delitos son niñas de entre 11 y 15 años.
De 40 millones de menores en México, el 53% es pobre. Ocho de cada 10 niños indígenas son pobres. 4.7 millones de niños se encuentran en pobreza extrema, es decir, con dificultad logran comer al menos una vez al día.
1 de cada 10 menores no asiste a la escuela; 2.5 millones de niños trabajan y, de ellos, 1.3 millones se ocupan en trabajos de alto riesgo.

Estos datos son verdaderamente escalofriantes y tristes. Nuestros niños, nuestro futuro, están siendo maltratados, violados, secuestrados, asesinados y no existen políticas públicas ni legislación acorde a la dimensión de este problema, es más, me atrevería a decir que no existe ni siquiera la conciencia suficiente ni entre nuestros funcionarios públicos o sociedad sobre la gravedad de esta situación.

Tengo la esperanza de que así como la Sra. De López Obrador levantó la voz para defender a su hijo, lo haga para, desde su posición, defender a todos los niños mexicanos. Pero también le pido a Usted, que me lee, que no se quede callado si es testigo o supone que algún pequeño a su alrededor está siendo violentado. Ellos no pueden defenderse. Ellos no pueden denunciar. Están absolutamente solos y desprotegidos, particularmente si es en su casa en donde sufren los mayores riesgos.

Los niños son responsabilidad de todos y, en la medida en que no nos involucremos activamente en su protección, nos convertimos en cómplices pasivos de los abusos de que son objeto.

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