Al minuto

En pocas palabras


Por Jesús Contreras Flores


El primero de julio se agotó el modelo de gobierno que se inició hace por lo menos tres décadas con el neoliberalismo. Los mexicanos, cansados de la corrupción exorbitante que se dio desde principios del presente siglo, sobre todo el sexenio que está por concluir, tanto de los gobiernos federal como estatales –Puebla, Quintana Roo, Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua, por citar algunas entidades- acudieron a las urnas para manifestar su repudio en contra de los partidos políticos dominantes –PRI, PAN, PRD- y de los hombres, rampantes, que se apoderaron de esos entes y que a través de ellos llegaron al poder. Poder que les sirvió para enriquecerse, dejar al país con enormes deudas externas e internas, y un pueblo con enormes problemas, que sigue pasando con el burocratismo que le retrasa solución a sus trámites.
En la contienda del día primero de julio, ese pueblo, cansado de vivir angustiado en la cotidianidad de la inseguridad, de promesas jamás cumplidas, decidió ir, probar, un nuevo proyecto de vida con alguien, Andrés Manuel López Obrador, quien durante su campaña en busca de la silla presidencial, habló de la “cuarta República”, algo así como reinventar al estado; de acabar con la corrupción rampante y atender, una vez llegado a encabezar el gobierno federal, las demandas de los ciudadanos. Una revolución.
El día 2, con el triunfo, apabullante, en la mano, falta el protocolo, empezó, digamos, su gestión pública, a acompañarse de los que serán sus principales colaboradores y a confirmar lo que será el proyecto de gobierno en su administración a partir del primero de diciembre. Rompió todos los esquemas e impuso una nueva dinámica a la actividad gubernamental a la que nos tenían acostumbrados priístas, panistas y perredistas, o lo que López Obrador, calificó como “la mafia del poder”.
Para mantener la felicidad del pueblo, pueblo que ha cobrado una nueva energía, el virtual Presidente de los mexicanos, va desgranando la reinvención del estado –¿absoluto?-, anunciando muchos cambios que, momentáneamente, hacen confiar a los ciudadanos en ese nuevo gobierno que anuncia también bajar salarios a los funcionarios de alto nivel, descentralizar los servicios a todo el país -la Secretaría de Educación Púbica llegará a Puebla- bajar el precio de la gasolina, pero dentro de tres años, quitar la pensión a los expresidentes de la República, y, muchas acciones más que son parte de las expectativas ciudadanas para una vida mejor.
Como en todos los inicios de los gobiernos, este también podría ser el caso, aun cuando el pueblo, más del 50 por ciento de los votantes le mostró su confianza en las urnas, el nuevo régimen emprende acciones para recuperar la confianza ciudadana, ya perdida a los anteriores gobiernos, incluyendo al actual. Las esperanzas son muy grandes; el resultado electoral, también será una lección, aprendida, para la nueva administración, que por cierto ha anunciado alguna reorientación de los servicios públicos para el bienestar de la población buscando la interacción, su participación. Hay que recordar que un buen gobierno es el que trae la unidad. El proyecto está puesto. Es de Andrés Manuel López Obrador. Sus colaboradores, muchos de ellos dejaron los institutos políticos donde empezaron sus carreras por diversos motivos –por ambición, desencuentros, por venganza, porque no les cumplieron compromisos de que serían candidatos a algún puesto de elección popular, etc-, y ahora fueron a la “cargada” ante la fortaleza popular de AMLO, que también obtuvo la confianza de sectores que en años anteriores lo repudiaron. Ellos tendrán la misma visión del proyecto para este cambio que ansían, que deseamos todos los mexicanos?...
Pero si en el territorio nacional todo se desenvolvía con tranquilidad, menos en los partidos políticos, donde no salían de la sorpresa que originó la enorme pérdida del poder, esos institutos políticos se quedaron sin gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y locales y presidencias municipales. Puebla no fue la excepción. A nivel nacional el primero de julio fue la entidad donde se presentó el mayor número de incidentes hasta llegar al “martes negro”. La lucha por “Casa Puebla” se centró entre los candidatos Martha Erika Alonso Hidalgo, de la coalición Por Puebla al Frente y Miguel Ángel Barbosa Huerta, por “Juntos Haremos Historia”. Ambos se habían declarado vencedores. El martes 3, después del mediodía, las huestes de Morena, encontraron una, según declararon, “mapachera”, donde se hacían acciones con documentación falsa, para hacer aparecer como triunfadora a Martha Erika. En las instalaciones del hotel M&M donde se había instalado un equipo de operadores de Por Puebla al Frente, ocurrió un zafarrancho y de allí...a la fecha, sin zafarrancho, sigue la batalla, ahora en los tribunales...Aquí no vemos que hayan aprendido la lección. El poder es el poder. Los poblanos desilusionados, coléricos, de los desgobiernos de Rafael Moreno Valle Rosas y de José Antonio Gali Fayad, que concluye el 14 de diciembre próximo, no quieren saber nada de Martha Erika Alonso, esposa del ex priísta y hoy panista que busca la presidencia nacional de ese partido. De Barbosa Huerta, durante la campaña salió a relucir mucha basura. En el interior de su partido, Morena, al igual que Alonso Hidalgo en el PAN, tuvieron desencuentros por la manera en que alcanzaron su candidaturas y el ex senador también por cómo se designaron las candidaturas restantes. La batalla a dos semanas de robos en casillas electorales, quema de urnas, balaceras, etc; a una semana que el Instituto Electoral del Estado –IEE- entregó la constancia de mayoría a Martha Erika Alonso, entró al Tribunal Electoral del estado y seguramente en los próximos días llegará al Tribunal federal, donde se ratificará o anulará la elección para realizarla antes del mes de diciembre...nos vemos el miércoles...D.M.

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