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El gobierno de la eterna mentira

El gobierno de la eterna mentira





Por Enrique Núñez

La mentira descubierta sobre la muerte del niño José Luis Tehuatlie, incluyendo todo el violento operativo de desalojo en Chalchihuapan, sólo es el reflejo de la personalidad del antes Señor de los Cerros, hoy Señor de las Balas.


Basta con hacer un breve recuento de las promesas de campaña, y compararlas con sus acciones de gobierno, para entender que su naturaleza está basada en la mentira.


Qué podíamos esperar de un personaje como Rafael Moreno Valle, que como candidato prometió uniformes escolares gratuitos, créditos a la palabra, tractores gratuitos para los campesinos, mayor seguridad pública, estabilidad laboral y menos pobreza; si al llegar al poder, hizo exactamente lo contrario.


De entrada, ordenó el uniforme único con cargo al bolsillo de los padres de familia; otorgó créditos a la palabra, de mil pesotes, como una burla total para las mujeres; regaló inservibles minitractores, en otra burla para los campesinos; contrató a dos represores —Ardelio Vargas y Facundo Rosas— para “garantizar la seguridad de los poblanos; corrió a la mayoría de los burócratas a los que les prometió en campaña la permanencia en sus empleos; y colocó a Puebla como uno de los dos estados más pobres del país.


Y si a las acciones de gobierno sumamos los compromisos políticos, convertidos en traiciones políticas, entenderemos que el caso Chalchihuapan es sólo uno más de los síntomas de quien, en términos médicos, padece de mitomanía.





Mitomanía. Conducta o comportamiento morboso en que se desfigura o cambia la realidad, ya sea engrandeciéndola o sustituyéndola por completo; se falsea la información de lo que se sabe o se cree, de forma reiterativa o crónica, a largo tiempo.





Cobardía se escribe en azul


Atrás quedaron los tiempos donde ser presidente de Acción Nacional en Puebla era un símbolo de valor, los líderes se enfrentaban a las autoridades en turno, declaraban ante los medios, buscaban ser entrevistados, opinaban, no tenían miedo, pero desde el 2010 las cosas han cambiado, y hoy el que asuma la posición de dirigente azul depende de la línea que le den desde Los Cerros; y pobre de él si se atreve a abordar los temas incómodos para su amo y señor. La historia del exiliado líder estatal Juan Carlos Mondragón es una muestra de lo que le puede suceder a cualquiera que tenga la ocurrencia de desobedecer las órdenes supremas.


Rafael Micalco es el más claro ejemplo del líder panista que asumió la nada digna posición de lacayo. Ante la crisis política de su jefe, esconde la cabeza como los avestruces, dejando a la vista su frondosa y temblorosa presencia.


Bastó una marcha de mil 250 poblanos —como ellos dicen— o 12 mil para, ser más precisos, para que Micalco demostrara que de líder sólo tiene el membrete, ya que en su primer acto público después de esta manifestación ciudadana salió corriendo despavorido ante la presencia de los medios que ansiosos buscaban una postura del supuesto presidente estatal.


Y como las desgracias no vienen solas, esa misma mañana Micalco amaneció con el video de Reporte Índigo, en donde un grupo de diputados panistas mostraban que también tienen su corazoncito, al enamorarse en una noche de copas, mientras —como uno de ellos lo dijo— les duraba dura.


Imagínense la angustia de Micalco al ver la avalancha de reporteros: ¿si me preguntan de la marcha qué les digo a estos cabrones? ¿Que fueron mil 250 y quedó poca madre con el jefe, o 12 mil aunque me corran? ¿Y si me preguntan si Montana y Villarreal son novios? ¿Les digo que solo era mientras le “duraba” el amor, o hasta que se terminara el presupuesto?


Fue tanta su confusión, que mejor salió corriendo dejando a los reporteros de la fuente esperando su “valiosa” postura.

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