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La polarización política que se avecina en Puebla

POR FERMÍN ALEJANDRO GARCÍA

Sin duda resulta loable que el gobernador José Antonio Gali Fayad en su segundo y último informe de gobierno haya dado relevancia al clima de violencia política que se vive en el estado, que llamara a privilegiar el dialogo como vía de solución y reconociera el derecho que se tiene a disentir como parte de un sistema democrático. Sin embargo, la situación por la cual atraviesa Puebla hace suponer que nada podrá –en el mediano plazo– frenar la polarización entre las dos principales fuerzas políticas, es decir Morena y el morenovallismo, y que esta confrontación pueda escalar a un nivel no visto en los últimos 26 años.

La última vez que existió una abierta e intensa polarización entre dos fuerzas políticas fue hace dos décadas y media, durante el sexenio del entonces gobernador Manuel Bartlett Díaz, cuando fueron constantes los enfrentamientos –que llegaron a la violencia física– entre el PAN y el PRI, luego de que el primero de estos partidos tenía el propósito de buscar la caída del entonces mandatario priista y por su parte el titular del Poder Ejecutivo, abiertamente convocaba al electorado a frenar el avance de la derecha.

La actual confrontación entre Morena y el morenovallismo es sana para la vida democrática del estado de Puebla, ya que hasta antes de la pasada elección del 1 de julio no había existido ningún contrapeso a los intereses políticos y económicos de Rafael Moren Valle Rosas y de su facción política.


Esa condición es la que permitió una larga serie de abusos de poder del morenovallismo, entre los que se destaca la existencia de más de 350 procesados y presos políticos durante el sexenio anterior.

Morena ha venido a cubrir el vacío que dejó el PRI, partido que nunca ha actuado como una real y seria oposición al grupo de Moreno Valle y por el contrario, acabó siendo un actor abiertamente colaborativo del morenovallismo.

El PRI en Puebla sufre el síndrome de Estocolmo, pues Moren Valle le quitó el poder y en lugar de ser una fuerza política que busque recuperar los espacios perdidos, en los últimos ocho años el tricolor ha actuado para dar soporte a la autocracia que ejerce Rafael Moreno Valle Rosas.

Los dos derroteros de la confrontación
La polarización que se vive entre Morena y el PAN hasta ahora se ha reducido al ámbito legislativo, pero en breve se expandirá a otras áreas del ejercicio del poder político de Puebla. Estos son los dos escenarios:

Primero: si el próximo miércoles el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) anula la elección de Puebla, surgirá un comportamiento de mayor radicalidad entre las pugnas que sostienen actores morenistas y panistas, tendientes a descalificar al adversario para intentar ganar los comicios extraordinarios que decidirán al próximo titular del Poder Ejecutivo.

Segundo: si el TEPJF ratifica la constancia de mayoría de Martha Erika Alonso, la candidata del PAN a la gubernatura, la próxima mandataria por un lado rendirá protesta como nueva titular del Poder Ejecutivo y por otro, seguramente emprenderá un plan de desestabilización de los ayuntamientos gobernados por Morena, que dicho sea de paso son las plazas más importantes en el estado.

Para el morenovallismo es vital desestabilizar a los ayuntamientos morenistas, para que dentro de tres años la facción de Rafael Moreno Valle pueda recuperar esas espacios políticos.

Esa siempre ha sido la manera de actuar de Moreno Valle, quien no sabe hacer política, sino utilizar la violencia política para acabar con aquellos que disienten con él

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