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¿Informar o vender publicidad?

¿Informar o vender publicidad?







Emmanuel Gómez Farías Mata
Doctorante en Gobierno y Administración Pública
Universidad Complutense de Madrid

Las primeras páginas de los periódicos nacionales, revistas, noticieros en televisión, radio y – sobre todo- en internet, se ha dedicado a exaltar la nota que venda muchos ejemplares, que atraiga más audiencia, espectadores o lectores que consuman.

Ha dejado de importar la información de manera objetiva, imparcial y razonada. Cada día nos encontramos con imágenes de mujeres semidesnudas, niños amarrados a una ventana por su padre, un perro maltratado o de plano cadáveres de personas desconocidas.

Hace unas semanas fue una gran noticia que, The Guardian y el Washington Post obtuvieron el premio Pulitzer de periodismo por desvelar las filtraciones de Edward Snowden sobre la NSA y su estrategia de vigilancia generalizada. Parecía una noticia más, pero es de una importancia superlativa, hay que recordarla una y otra vez.

En su columna del El País, Fernando Vallespín, comentaba que dicha noticia nos hace recuperar la esperanza en las virtudes de la sociedad abierta. Recordemos que Snowden es un prófugo de la justicia estadounidense por desvelamiento de secretos, un apestado oficial. Ello no obsta para que una institución del mismo país le reconozca su labor a través de un medio que también es de los Estados Unidos, y otro británico que asimismo denunció las complicidades del Reino Unido en el asunto. El “patriotismo” se acaba cuando en su nombre se subvierten los principios que se supone dotan de sentido al Estado de pertenencia.

Esta noticia cobra especial importancia porque nos reconcilia con el periodismo, que sigue dando muestras de estar mucho más vivo de lo que lo pintan. Al menos aquellas cabeceras que mantienen el rigor y la capacidad de denuncia de antaño, las insobornables. Es posible que no sepamos bien cómo va a sobrevivir la prensa después del papel o tras el cambio de paradigma en el que está inmersa. O si sabrá mantener su capacidad para establecer los necesarios criterios de relevancia en medio del creciente y ensordecedor ruido que hoy prevalece en el espacio público. Lo que es innegable es que lo necesitamos como imprescindible instrumento para desvelarnos la realidad que se oculta detrás de las apariencias.

Sin embargo, parece que en México todo se torna en ficción y la mentira convive cómodamente con la verdad; cuando los imperativos de la información, con su celeridad por cambiar de temas, ofrecer opiniones y evaluaciones de urgencia, y someterse al entretenimiento y la variedad; cuando, en fin, la parcialización del espacio público nos impide pensar que existe algo así como un “mundo común conocido”, resulta que sí es posible imaginar instancias con capacidad para separar el trigo de la paja y enhebrar un relato argumentado que sepa levantar acta de lo existente.

Finalmente Vallespín comenta que “La muerte del periodismo de calidad será también el fin de la democracia. Porque es imprescindible que el debate no caiga en un mero intercambio de ideas entre quienes piensan lo mismo; porque la crítica no se puede convertir en una actividad perseguida y sospechosa.

Las quejas sobre Televisa como un manipulador de la sociedad mexicana tiene origen desde el nacimiento de dicha empresa, sin embargo, son muy pocos lo que pueden diferenciar entre un medio de comunicación imparcial, informado, congruente y que lejos de querer vender busque informar.

Ya se había comentado en otras entregas las necesidad de buscar medios informativos de calidad, saber separar la información y con base en eso formar un criterio propio para aprovechar esa información...No, el problema de México no esta tan lejos del mexicano...en realidad está muy pero muy adentro.

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